El intérprete sostenible
Cómo ordenar las ideas para ser más sostenibles como profesionales
Foto de Thijs Spuijbroek
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Cómo nuestras acciones individuales pueden generar cambios globales
No hace falta leer los informes de la NASA para saber que este pasado verano se alcanzaron temperaturas récord en muchos lugares del mundo. 42 ºC en Sevilla, España o 46,5 ºC en Ahvaz, Irán, no son temperaturas con las que podamos seguir conviviendo en el futuro, el cambio climático causado por las altas emisiones de CO2 es real y nuestra voluntad de cambio para combatirlo también debe serlo. No tenemos alternativa.
Es un hecho que son necesarias legislaciones y acuerdos gubernamentales que cambien los modelos de producción y consumo actuales, ahora deslocalizados y basados en energías fósiles y que cada vez demandan más materiales y energía. Aun así, esperar sentados a que estas legislaciones se implementen y surtan efecto no es lo más ágil ni efectivo. Debemos entonces preguntarnos, ¿nuestras acciones individuales como ciudadanos, como profesionales, como intérpretes, cambian algo, ejercen un impacto real? Creemos que sí.

Foto de Daniel Öberg
Poner nuestras ideas en orden para tomar decisiones adecuadas o comenzar a revisar nuestros hábitos y estilo de vida no es fácil. Ser más “sostenibles” parece ser algo inalcanzable, pero ¿qué es exactamente la sostenibilidad? Intermón Oxfam define este concepto como la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social. A partir de aquí, en la práctica diaria como intérpretes, ¿podemos estar seguros de que nuestro estilo de vida actual no compromete el de los que vienen detrás? ¿Cómo fue fabricado mi ordenador, mi teléfono móvil? ¿Qué políticas medioambientales respetan los hoteles donde me hospedo? ¿Cuánto CO2 generan los servicios de internet y hosting que utilizo en mi día a día? ¿Cuánto plástico de un solo uso he empleado en la comida para llevar que consumí antes de entrar a cabina? Las preguntas son múltiples.
Vamos a comenzar por lo básico, explorando algunos conceptos que podemos trasladar a buenas prácticas:
Mochila ecológica
(Comprar o reacondicionar mis herramientas de trabajo)
Una mochila ecológica es la cantidad total (en kg) de materiales desplazados de la naturaleza para crear un producto o servicio, menos el peso real del producto. Así podemos medir el esfuerzo medioambiental que aquel producto o servicio han significado.
Thibaut Meurgue-Guyard de Found & Seek nos explica que la mochila ecológica:
- Es un cálculo ligado a la tecnología que aplica a bienes y servicios, entre más eficiente es esta, menor es la mochila ecológica.
- Es algo que tiene en cuenta todos los materiales necesarios para la producción, uso, reciclaje y eliminación de un producto.
- Se diferencia de la huella ecológica porque tiene en cuenta los recursos necesarios para producirlo, no solo el CO2 emitido por el producto o servicio.

Foto de Laura Chouette
Por ejemplo, una alianza de oro de 10 g supone 3 500 kilos de materiales extraídos de una mina. En cambio, otros productos similares cargan con una mochila ecológica bastante más reducida: el mismo anillo de plata mueve “solo” 75 kilos. Una lata de refresco de aluminio, comporta una mochila ecológica de 1,2 kilos. El ejemplo más popular es el de los teléfonos móviles, con una mochila ecológica de hasta 86 kilos, según algunos estudios.
Como intérpretes, los dispositivos electrónicos y móviles son herramientas esenciales para la actividad laboral cotidiana. Antes de cambiar al modelo de teléfono más nuevo o a una tableta más grande, deberíamos valorar si podemos reacondicionar nuestro equipo existente, reciclarlo en un punto verde o regalarlo a algún familiar o amigo. También podemos investigar cuál es la mochila ecológica del próximo producto que tenemos en mente adquirir.

Foto de Evie S.
Huella ecológica
(Mi oficina, mi casa, mi comida)
¿Qué se necesita para producir mi comida, mi ropa o mi casa? La ONG Global Footprint Network explica que la huella ecológica mide los activos ecológicos que una población o un producto determinados necesitan para producir los recursos naturales que consumen (alimentos, fibras vegetales, productos ganaderos y pesqueros, madera, espacio para las infraestructuras urbanas, etc.) y para absorber sus residuos, especialmente las emisiones de carbono.
Así, la huella de carbono tiene que ver con la emisión de gases de efecto invernadero y evalúa el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente, mientras que la huella ecológica tiene en cuenta todos los factores de nuestro estilo de vida que resultan nocivos para el entorno.
La huella ecológica se expresa en hectáreas por habitante y año y se calcula restando los recursos que consumimos de los recursos generados por el planeta a lo largo de un año. España, por ejemplo, en 2018 consumió el equivalente a 4,3 gha (hectáreas globales), mientras que su biocapacidad por persona era de 1,5 gha. Esto es tres veces más recursos que los que se podían consumir para ser sostenibles. Entonces, ¿cómo podemos reducir esta huella? Usando un transporte limpio, siendo eficientes energéticamente en el hogar y la oficina, consumiendo menos alimentos exportados y envasados, comprando productos locales, reduciendo el consumo de carne, cuidando el consumo de agua, generando menos residuos, etc.
¿Quieres saber cuántos planetas necesitaríamos si todo el mundo viviera como tú?
Aquí tienes una calculadora que te ayuda a saberlo.
La contaminación digital
(Mi tiempo en línea en la oficina y en casa)
Es innegable que enviar correos electrónicos o leer libros en formato digital ahorra papel y también que hacer una interpretación mediante una plataforma de interpretación simultánea remota ahorra todos los gastos y emisiones de CO2 asociados a un desplazamiento de pocos días a otra ciudad. No obstante, esto no quiere decir que el hecho de conectarnos a internet y de tener nuestros dispositivos electrónicos encendidos no suponga que no estemos contaminando.
El impacto medioambiental de internet es causado, principalmente, por las enormes cantidades de energía que se necesitan para mantener funcionando toda su infraestructura: el equipo (ordenadores, tabletas, routers), los centros de datos (para almacenar y hospedar las páginas web) y las redes de acceso (todo el cableado y las antenas que transportan los datos).
Aunque se estima que el consumo eléctrico de Internet como conjunto, es de alrededor del 2% del consumo de la energía mundial, la preocupación principal proviene de la forma en que esta energía se genera. Por ejemplo, en la actualidad, la mayoría de los centros de datos trabajan con empresas energéticas que dependen de centrales de carbón o nucleares para generar electricidad.
Ante este panorama, puede ser difícil relacionar a priori la profesión del intérprete con el agravamiento de la contaminación digital, pero todo suma. Quizás la ayuda puede venir de acciones tan simples como: a) no reenviar las largas cadenas de correos electrónicos ni reenviar archivos pesados si no es necesario, b) no dejar nuestros dispositivos conectados o en stand by, o c) comprar equipos que satisfagan nuestras necesidades pero no las superen.
Como curiosidad, para saber si le estamos sacando humo a Netflix o a cualquier plataforma de streaming, podemos probar a instalar una extensión de The Shift Project en nuestro navegador para poder visualizar el impacto climático de nuestra actividad en internet. Hablando de navegadores, si nos da igual trabajar con Firefox, Google Chrome o Safari, podemos hacer de Ecosia nuestro motor de búsqueda por defecto. La organización, con sede en Berlín, promete destinar el 80 % de sus ganancias en publicidad a programas de plantación de árboles organizados por diversas asociaciones.
Si quieres saber qué empresas proveedoras de servicios tecnológicos están liderando la carrera para construir un internet verde, puedes consultar el último informe de Clicking Clean, de Greenpeace.

Foto de Mollie Sivaram
Compensación de emisiones
(Desplazarme de forma sostenible cuando viajo)
En general, una compensación de carbono (o carbon offsetting) se refiere a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que se usan para compensar las emisiones producidas en otro lugar.
Por ejemplo, si como profesionales no tenemos otra opción que no sea tomar un avión varias veces al mes para proveer servicios de interpretación, al comprar nuestro billete, podemos hacer un pequeño donativo a la aerolínea para los programas en I+D o las acciones que compensen esta emisión de CO2. Se espera que nuestros hijos viajen en aviones propulsados por hidrógeno, ojalá que todos veamos esta realidad más pronto que tarde.
The offset guide explica que esta compensación de carbono es posible porque el cambio climático es un problema no localizado. Los gases de efecto invernadero se mezclan en toda la atmósfera, por lo que reducirlos en cualquier lugar contribuye a la protección general del clima.

Foto de lan deng
Aunque nada nos garantiza que esta compensación de carbono realmente tiene un impacto significativo en la reducción de CO2 que se emite a la atmósfera, no está de más intentarlo. En el ámbito empresarial, siempre hay que apelar a la RSC (Responsabilidad social corporativa) y además de valorar nuestro impacto en comunidades, trabajadores y el medio ambiente, podemos también compensar emisiones mediante donativos a ONG como Greenpeace o, si queremos reconectar con la naturaleza, podemos plantar árboles nosotros mismos o investigar un poco y comenzar a germinar semillas de las frutas o verduras que consumimos.
Volviendo a la movilidad, realizar los desplazamientos imprescindibles en medios de transporte menos contaminantes debería ser una prioridad. Optemos por el tren si la distancia y el tiempo lo permiten. Fuera de nuestra ciudad, trasladarse hasta donde realizaremos la interpretación en un taxi eléctrico o compartir automóvil mediante las muchas aplicaciones existentes de carpooling en diversas ciudades siempre será fácil y positivo.
Capsule wardrobe
(Menos prendas para vestir mejor)
¿Cuántos conjuntos de ropa necesito para estar en casa, para hacer una interpretación en cabina o una de enlace en la oficina de un cliente? No tantos, en realidad. El concepto de armario cápsula o capsule wardrobe se acuñó en los años setenta en Londres, pero es en las últimas décadas cuando se ha popularizado a nivel internacional. La sostenibilidad se ha colado en nuestras vidas y podemos aprovechar el concepto de cápsula para crear un armario que, por un lado, reduzca la fatiga de tomar decisiones a la hora de vestir y que, por otro, nos permita ser sostenibles. Si nuestro armario cápsula está formado por prendas atemporales, de buena calidad y que combinan unas con otras, podremos usarlas durante años. Una americana o gabardina en tonos neutros, un little black dress de buena calidad o un traje chaqueta oscuro nos permitirán cumplir con los códigos de vestimenta de casi cualquier situación interpretativa. A partir de aquí, necesitaríamos un par de pantalones de vestir buenos, dos o tres camisas, un jersey, dos pares de zapatos de calidad, algunos accesorios y poco más.

Foto de Thom Bradley
¿Seríamos capaces de vaciar nuestro armario de prendas fabricadas con bajos estándares de calidad y condiciones laborales precarias? Si el precio es lo que nos detiene, en la mayoría de las ciudades podemos encontrar outlets de marcas premium respetuosas con el medio ambiente para poder construir nuestro futuro armario sostenible.
¡Diez consejos!
Para resumir, lidiar con toda la información a nuestra disposición puede ser abrumador, pero podemos comenzar con pautas sencillas:
- Intentar conocer cómo fueron producidos los productos o servicios que vamos a adquirir.
- Reciclar o reacondicionar nuestros dispositivos electrónicos.
- Buscar la eficiencia energética en nuestro hogar y/o lugar de trabajo.
- Informarnos sobre cuáles son las empresas proveedoras de electricidad y de servicios de internet que trabajan con energía limpia.
- Caminar o utilizar la bicicleta o vehículos eléctricos siempre que sea posible y compartir el vehículo en nuestros desplazamientos.
- Viajar en avión solo cuando sea estrictamente necesario o cuando otro medio de transporte más sostenible no esté al abasto.
- Escoger nuestro guardarropa tomando en cuenta la forma en la que fue producido.
- Llevar siempre con nosotros una botella de agua reutilizable y evitar el uso de plásticos de un solo uso.
- Reducir nuestra ingesta de carne e intentar consumir alimentos de producción local.
- Separar y reciclar nuestros residuos tanto en el hogar como en el lugar de trabajo.

Foto de Bluewater Sweden
Por último, no debemos olvidar que, como intérpretes, somos también comunicadores y divulgadores de información. Todo lo que podamos aprender y difundir sobre cambio climático y prácticas sostenibles entre nuestros familiares y amigos, el planeta nos lo agradecerá.